Durante dos clases, la del día 5 y 7 de noviembre, nos hemos dedicado a ver vídeos para reflexionar. Y nunca mejor dicho, porque son de esa clase de cosas que te hacen pensar mucho.
En el primero de ellos podíamos ver como había una estatua con forma de letra E, que todos veían con esta forma excepto una persona. Para ella la estatua tenía forma de letra B. Le discuten mil y una vez diciéndole que está equivocado. Incluso llegan a perder los nervios al ver que por mucho que le dicen, este individuo sigue pensando que eso es una letra B. Un tiempo después, llega un médico y después de observar a esta persona termina diciendo que necesita unas gafas. Se las pone y por fin nuestro personaje puede decir que ya ve la letra E. Todos lo celebran contentos, hasta que el rey llega y también dice que ve la letra B en esa estatua. El médico, de nuevo, observa y trata al rey de la misma manera que a la otra persona y descubre en él el mismo mal: necesita gafas. Se las puso y ya pudo ver lo que el resto de la gente veía, pero por alguna razón estaba mejor sin poner las gafas y ordenó a sus "guerreros" que hiciesen que toda la gente viese lo que él veía sin gafas: la estatua con forma de letra B.
A base de golpes, los guerreros del rey hicieron que todos viesen la letra como una B. No había quien se resistiese a aquello. No podían elegir, se les imponía una forma de ver las cosas y no había forma de evitarlo.
Cuando ya parecía que todos veían lo que el rey quería, un loro dijo que veía la E, entonces antes de que los agresivos "guerreros" lo golpeasen, cambió lo que había dicho y dijo que veía la B. Se salvó así de recibir golpes y el rey se fue en su coche.
Para esta historia habría tres finales posibles. El primero de ellos sería cuando el médico encuentra la cura para el individuo que veía otra letra, el segundo cuando el rey también es atendido por el médico y se pone las gafas y el tercero y último sería el final definitivo.
La diferencia está en que en los dos primeros no se utiliza ni la fuerza ni la violencia para convencer a nadie de nada, de hecho no se convence ni al primer hombrecito ni al rey, son ellos mismos, al ver la realidad a través de las gafas los que comprueban que estaban equivocados; mientras que en el último final, la violencia y la fuerza bruta es el camino utilizado para obligar a todo el mundo a que vea algo que no es, ya que cambian las ideas de todas las personas, pero la estatua sigue siendo una E.
Después de reflexionar esto, Merino nos preguntó si alguna vez nos habían convencido de algo y si era así,decir cómo lo habían hecho. Naturalmente, a todos, alguna vez, nos han hecho cambiar de opinión, pero no a la fuerza, sino dándonos una serie de argumentos y explicaciones que demuestren la teoría de la otra persona y nos hagan ver así que lo que nosotros creíamos no era lo correcto.
Pienso que todos somos a veces algo tercos y no somos capaces de ver la realidad, pero al menos en mi caso, si ya me aportan argumentos y me demuestran que una cosa es así, soy capaz de admitir que estaba equivocada.
Al sacar este tema también podemos hablar acerca del orgullo. Las personas muy orgullosas aunque saben que estaban equivocadas, no piden perdón ni dan la razón. Este es un defecto muy grande que se puede ver en algunas personas.
Hablamos también de que la sociedad a veces posee un gran poder de convicción que se deja ver en anuncios publicitarios, en las modas que pretenden que todo el mundo siga o incluso en las creencias más extendidas.
En esto último quizás sea en lo que más flojeamos. Se nos imponen desde niños unas creencias que debemos de aceptar sin discutir porque es lo que la sociedad marca, además nadie sabe a ciencia cierta si son correctas o no, por lo que nadie tiene argumentos de peso ni a favor ni en contra.
Afortunadamente, en la actualidad no se impone con tanta fuerza y cada uno puede creer en lo que quiera, aunque siempre queda gente que tiene una mente más cerrada y antigua y cree que todo debería seguir como antes. Probablemente sea culpa de estas personas que no logremos decir que no te van a marginar por tu forma de ser o de pensar.
En la segunda clase, vimos dos vídeos que nos hicieron pensar mucho.
Uno contaba la historia de una mujer que pierde el metro y se ve obligada a esperar por el siguiente. No hay palabras en el vídeo, pero sin ellas ya podemos deducir que la señora es una mujer elegante y a la que no le falta dinero.
Como ya es tarde, y tiene hambre se va a la cafetería y se compra algo de cenar. Cuando ya está en la mesa se da cuenta de que se le ha olvidado coger un tenedor. Pero el hecho es que cuando vuelve a su mesa ve a un señor que además es de color y va algo mal vestido, comiendo de su plato y no se lo devuelve. Aunque si que le deja que coma algo con ella. Cuando el señor acaba, se va, pero vuelve con dos cafés, uno para él y otro para la señora.
Ambos se fueron. La señora ya caminando hacia el metro, recuerda que dejó sus bolsas en el restaurante.
Cuando fue a por ellas las encontró en una mesa y allí también estaba el plato que ella había comprado.
¿Qué pasó aquí? Pues que la señora, cuando volvió de coger el tenedor, se confundió de mesa y pensó que el señor de color estaba comiendo su comida. Este, no solo no le protestó, si no que además la invitó a un café.
Tal y como está planteada la historia, desde el principio quiere hacernos creer que el señor negro y descuidado es un maleducado y grosero. Y en verdad, era un señor muy simpático y aun por encima amable.
Esto de lo que hablamos se llaman prejuicios. Juzgamos las cosas antes de tener suficientes datos para hacerlo.
Hay muchos prejuicios extendidos en la sociedad acerca de unas u otras razas y de la apariencia exterior de las personas.
He aprendido que no todo es lo que parece y que antes de juzgar algo, debemos conocerlo o informarnos primero.
Luego vimos otro vídeo que nos hablaba también de los prejuicios.
En este caso, la historia tiene lugar en un tranvía, en el que una señora algo mayor ya está sentada y sube un joven de color.
La dichosa mujer se pasa todo el trayecto hablando mal, pero mal, mal de los inmigrantes y criticando y criticando. Todos los pasajeros escuchan, pero sin hacer mucho caso. El pobre chico lo aguanta y aguanta hasta que llega el momento en el que el revisor va pidiendo los tickets. La señora tenía el suyo en la mano y ella seguía criticando. El chico, ya harto, cogió el ticket de la mujer y se lo comió. Cuando el revisor llegó al sitio de la señora y le pidió el papelito, ella le dijo lo que había pasado. El revisor no la cree, ya que con todas las barbaridades que había dicho, pensó que se lo estaba inventando. La invita a bajar del tranvía. Y así, se hizo algo de justicia.
Para mí, no pudo ser mejor el final, le está muy bien a la mujer, por criticar y criticar, sin conocer. Porque, vale, quizás haya gente que emigre buscando recibir en otro país ayudas y vivir de eso. Pero también hay gente que lo hace porque busca una vida mejor y no es gente mala, es gente honrada.
En conclusión, la costumbre de toda persona es opinar y opinar sin dar tiempo primero a conocer o informarse de lo que hablan. Es un gran fallo este, que deberíamos corregir porque juzgar un libro por su portada es algo más que inútil, incluso puede hacer que perdamos la oportunidad de conocer cosas y/o personas maravillosas.
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